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Pepensador

Caminata en la bemol

para Gloria,

relativamente nueva y

definitivamente entrañable presencia.

Me calzo los sueños y encamino hacia el paraje de siempre. Los arboles pelones susurran tantos secretos que ya no distingo los mios, pero no importa, ya parecen no importar. Hora de inventario existencial al cuarto para los Mayos, despuecito de Abril y medio? Quien sabe, nadie tiene el monopolio del ocio por el ocio mismo. Guardo, desde hace mucho, un pequeño envoltorio emocional que me gusta desenrollar de cuando en vez, para platicar con mis recuerdos, desempolvar un poco los fantasmas y oxigenar aquellas penas, que contra toda lógica físicoquimica, se desoxidan de esa forma. Ello significa que recuperan un poco de su efecto avasallador y producen, si como no, el consabido humedecimiento retinal. En dicho envoltorio conviven, por ejemplo, casi todas las imagenes que elegí conservar de mi padre, porque, hay que decirlo, unas tuvieron que ser exiliadas al no encontrar espacio en esos nuevos yos, que se van despellejando como cebollas, al pasar del tiempo. Las que quedan son, independientemente de su caracter o naturaleza, siempre atesoradas con especial devoción. A un ladito, dentro de un pañuelo marrón, doblado escrupulosamente en cinco, estan sudores y esencias de una mujer que marcó mi vida para siempre. El efecto al contacto siempre es aturdidor. La memoria claudica un momento... el humedecimiento, pues. Te digo que aturde! Lo que se va recolectando es siempre puesto por encima de lo anterior y sin embargo, en un alarde de exquisita geometría, todo se acomoda como si fuera un disco duro sin desfragmentar. Es por ello que los recuerdos recientes, sin haberse logrado trocar en emociones (quizas por algun enfermo mecanismo de defensa), permean como vasos comunicantes de arriba a abajo, sacudiendo todo a su paso. En aras, entonces de esa justicia estructural, es que uno va deshilachando realidades sin ton ni son, pretendiendo armar y entender el armado. Peón de albañil en plena cruda del Dia de la Santa Cruz, casi nunca lo logra. Tarea autoimpuesta el ir desbrozando el zarzal de abrojos y huizapoles, se vuelve un poco obsesión, un poco descanso y mucho latido. Las presencias que se coleccionan son lo mejor de todo, pues nos van poblando el alma con pequeños, incluso microscópicos, vahos de aliento. Si tu estas leyendo, amén de regalarme tu tiempo, estas soplando despacito en el ánimo del que, ahora que te escribe, solo atina a decir...gracias

2 comentarios

Daan. -

Y yo que pensaba que cavilar en voz baja, no era más que las locuras de despiojar mis propias zarzas...

¡ Ay amigo mío, si uno no tuviera esa cicatriz debajo de las piernas, no habría costancia en el mundo de que se lleva al alma, los golpes de pecho, y al pecho, los golpes del alma.

Mariana -

*agreguese una sonrisa enoooorrrme*

Mira jovencito que me has hecho recordar, reinventar y demas desvarios que se le puedan agregar a esta basta imaginacion y seudo-conciencia que digo tener, las gracias las tenemos que dar nosostros al saber que compartes algo como esto, sin mas tonteras que agregar, me retiro pensando en diversas cosillas.

Gracias XD