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Pepensador

El pasto se moja cuando llueve

La tarde comenzaba la larga caminata. Las hormigas, escarabajos, arañitas y otros congeneres intentaban darse un festin, pero no encontraban abasto suficiente por lo que subian y bajaban rapidamente de su pecho, cabeza y piernas. El por fin logro incorporarse y solto un largo y sonoro resoplido, que elimino a las ultimas exploradoras. (Las respectivas comunas de cada especie, daran a conocer en breve, lugar y fecha del merecido homenaje a las caidas en el cumplimiento del deber). Al levantarse, una gota atino directamente en la orilla derecha de su ceja izquierda y produjo el inevitable reclamo al administrador celestial de los asuntos climáticos. Reparó entonces en las dimensiones y características del prado, jardin o terreno donde hallábase. Noto la banca (su banca, de ambos, de los dos corazones que ahi encontraron el camino que, ahora, no se veia por ningun lado), la caseta, las catorce casuarinas enormes, los rosales, aceptablemente recortados, los caminos de adoquin y  miro hacia el poniente para descubrirla. (No le quedaba claro cual era el poniente, ni el oriente, ni niguna dirección, pero siempre que debia describir algo relacionado, optaba por aventurar  "al poniente" y nadie notaba la mentira, por lo que se habituo a ella y la usaba con asiduidad) Ella estaba en cuclillas encima de un tocon de abeto, que fungia como taburete en el paisaje. La lluvia, mientras, completaba la tarea de golpear el polvo. La imagen mojada que le golpeaba con furia y persistencia la retina le era bastante familiar, un tanto inquietante. Quiso acercarse y piso un charco, empapando el pantalon, hasta por encima del tobillo. Continuó y entonces lo notó. A cada paso que daba en dirección a ella, parecia no avanzar, como si no quisiera que se le acercara nadie ni nada. Al detenerse, ella tambien permanecia inmóvil, pero daba un paso y la misma distancia era recorrida por su objetivo. Pensó que era producto de su reciente siesta, cacheteó las mejillas, sacudió la cabeza (en cualquier dirección), miro al cielo para acabar de mojar su cara y cuando volvió a mirar, ella no estaba. Parpadeó. No estaba. Rascó la cabeza con el ademán extrañado de la gente importante. No apareció. El susurro detras de sus espaldas heló su sangre. "Para que me buscas?" La visión que obtuvo al virar no podia ser más impresionante; la tez blanca, los pómulos hundidos, los labios transparentes y la expresión perdida, le robaron las palabras. "Para que me buscas?", insistió. La ansiedad lo apresó, pero la inmovilidad venció. El deseo era huir. Las pìernas no le obedecieron. Ella solo dijo "el pasto se moja cuando llueve".

 

 

Ocho meses despues, el Dr. Hans Guggenrirtzpxy, en el mausoleo de Ciencias y Parapsicología de la Universidad Carolontsz de Frutzmania, explicaba la hipotesis doctoral que sustentaba que al llover en camposantos, la permeabilidad capilar de los mantos freáticos, permitia a entes extracorporeos, salir a la superficie , liberando de ese modo caudales insospechados de energia, que podian inclusive materializarse. La policia tuvo que rescatar al Dr. de los embates enfurecidos de los mas altos academicos del colegio, que junto con los mas insultantes epítetos de "Charlatan!" , "fraude", etc. tambien arrojaban sus laptops, plumas, corbatas y cualquier cosa que sirviera de proyectil.

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