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Pepensador

Interminable...

Las luces de la mañana aun distaban. Era complicado. Las esperanzas daban batalla a fuerza de las casi agotadas calorías de viaje pero, poco a poco, su número minaba.

Consultó de nuevo el horizonte, oteando despreocupado para no parecer ansioso. Sombra. Aquella que deja la luz sin voz ni vuelo. Triste.

Los impertinentes -los amorosos y pocos-, los de siempre empezaron a rondar su idea. La luz intentó volver a golpes de destellos. Brillos diminutos pero poderosos.

La imagen intentó regenerarse y entonces, solo entonces pudo ver. De inicio, solo contorno y fondo, era como una antigua pintura de Degas o Monet, sin perspectiva, robando puntos de fuga al flamenco. Matisse solo sonreía.

Luego la magia, los espacios vacios se llenaron -eso intento entender- y todo pudo tener, por fin, un significado. Eso quiso ver. Eso supo. Eso acabo por asumir.

La ruta y destino encontraron puerto para, previa quema de naves, hacer los amarres necesarios. La morada y el fogón. El tálamo y las ansias, todo un ajuar que nadie, de entre toda la universal concurrencia que nunca concurrió, quiso arriesgar a reclamar.

Continuará. Nadie sabe hasta donde y desde cuando...

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